vino el demonio.
Ya no lo quiero.
De tanto echarlo de menos,
vino el demonio,
y trajo su infierno.
Infierno espeso, denso,
que me ahoga las palabras
y apesadumbra mis versos.
Por puro miedo a la nada
se me ha vuelto a instalar el sufrimiento.
Yo vago entre el infierno y el desierto.
Por no saber gustar lo suave
gusto lo intenso,
lo amargo intenso.
De tanto echarlo de menos,
vino el demonio.
¿Para cuándo el cielo?
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