13/9/07

La escuela en la que creo (2) - una relación arriesgada

La siguiente pregunta que nos podemos hacer es qué tipo de relación personal necesita la escuela en la que creo. El propio calificativo de personal indica muchas cosas, pero quiero explicitar algunas:

  • Hablo de una persona que se recrea permanente. Ni yo soy el mismo de ayer, ni mi alumno, ni mi hermano,... y esto tiene consecuencias: acoger al otro -y aceptarlo también en mí- como alguien siempre nuevo, como una oportunidad continua. No se trata de ingenuidad, pero los milagros no ocurren cuando uno no está abierto a que sucedan "tu fe te ha salvado...".
  • Hablo de una única manera de relacionarse. Sólo hay un yo auténtico, por lo que no puedo reacionarme desde un lugar diferente con un niño, un padre, un compañero, un superior. Las consecuencias institucionales son considerables: hay diferentes personas que desempeñan diferentes funciones, esto clarifica y ayuda, pero las funciones no forman parte de lo que la persona es sino de lo que la persona hace. Ojalá que cuando hablemos de un "director", por ejemplo, siempre sea una forma más corta de decir una persona única que en este momento desarrolla una función directiva, y no otra cosa. Cuando el rol sustituye a la persona la aniquila, así de sencillo.
  • "Dios nos hizo con dos orejas y una boca...". Una relación en la que predomina la escucha atenta a lo que el otro quiere comunicar, dejando aparcado por un momento mi propio discurso. Mi experiencia personal es que esto es sumamente transformador; llega un momento en el que nadie interrumpe a nadie, hacen falta unos instantes para retomar tus ideas cuando el otro ha terminado, o no se estaba escuchando.
  • Una relación en la que existe una sana curiosidad por el mundo interior del otro, más que por sus ideas o proyectos.

Es necesario recordar que todas las relaciones educan por contagio. El educando vive sus propias relaciones y constantemente interioriza lo que ve en las relaciones de las personas que le rodean. La escuela en la que creo educa como testimonio de una forma de ser -y todas las escuelas educan, todas conducen, el caso es a dónde-. Por eso no es cuestión sólo de formación, ni de hacer un extraordinario esfuerzo de control de mi conducta durante unas horas al día. Eso no funciona. No se trata de habilidades sociales a entrenar, es necesario un proceso de crecimiento arriesgado y costoso. Es un profundo acto de fe, en la vida, en el ser humano, en mí mismo. Más fácil es creer en un dios que se limita a una idea, religiosa o no. Pero el evangelio es otra cosa "el que cree en mí cree en el que me ha enviado...". Veremos.

Reflexiones e intuiciones de un caminante y compañero de caminos. Ideas que me hacen crecer.