5/1/23

LOS 29 QUE NO SERÁN

 Hacia ya meses que no nos mirábamos igual. Por primera vez en la vida, este torpe inseguro pensó que algo bueno podía ocurrir de forma natural, sin intermediarios ni situaciones vergonzantes propias de mis pocos años. Aquella noche de Reyes Magos, por casualidad, nos encontramos. Aquella noche de Reyes Magos, casi sin palabras, nos encontramos. Durante un instante de varias horas ya no nos soltamos, las manos en ningún momento, y en casi ningún momento los labios. Durante veintiocho años, y a veces fue difícil, ya no nos soltamos. 

Este año el torpe inseguro ha vuelto, y no tiene su regalo de Reyes Magos.

1/1/23

CAERSE EN EL ROSAL

         Un viajero dedicó largos años de su vida a alcanzar la cima más alta de aquel país, pensando que, siendo capaz de verlo todo desde allí, por fin sería feliz llenando hasta rebosar la mochila de su infinita curiosidad. Pero la ascensión fue volviéndose cada vez mas difícil, los obstáculos más grandes y las heridas de cada nueva caída más dolorosas. 

Había conseguido perseverar en la ruta porque no caminaba solo, por lo menos no todo el tiempo.  Dicho lo cual es fácil adivinar que, cuando una noche de invierno el latido compañero se apagó para siempre, supo no iba a alcanzar aquella cima. Sin fuerzas para subir y sin ánimo para bajar, vagó toda aquella noche que encierra mil noches hasta que cayó al río embravecido por la fuerte pendiente. Mentiría si dijera que le fue difícil encontrar un tronco al que aferrarse, lo difícil fue no dejarse simplemente caer y por fin descansar.


El descenso estaba siendo casi tan agotador como lo había sido la subida. Pero el paso de los días dulcificó la pendiente y amansó el río, y hasta se atrevió a pensar que tal vez acabaría llegando el momento de acercarse a la orilla en la llanura. 


Y sucedió que, en este viaje hacia las tierras cálidas donde se cuenta que los corazones malheridos encuentran la paz, el viajero aferrado a un tronco miró al margen derecho del río y pudo ver unas flores conocidas, acompañadas por el sutil aroma que una brisa cómplice quiso acercarle. Fue entonces cuando una brizna de humanidad brotó de sus entrañas y, antes de pararse a pensar, ya estaba en la orilla, sentado en su tronco, observando las flores. 


Sí, era un grandioso rosal. Quizás ya lo sabía. En el fondo ya lo temía. Su deseo más profundo era abrazar aquellas rosas, sentir su textura acariciándole el rostro y su aroma inundándole los pulmones. Pero no había olvidado el dolor de las espinas clavándose en la piel durante los años de extenuante ascenso y, por encima de todo, no había olvidado que las rosas, como aquel latido compañero, no durarían siempre.


Un viajero dedicó largos años de su vida a alcanzar la cima más alta de aquel país. Y ahora está sentado en un tronco, en la orilla de un río manso, decidiendo si caerse en un rosal. 

Reflexiones e intuiciones de un caminante y compañero de caminos. Ideas que me hacen crecer.