31/12/23

La fortuna y la desdicha

     He aquí una de esas dualidades paradójicas que tanto interés despertaban a nuestro viajero. A pesar de ser consciente de lo afortunado que había sido en los últimos tramos de su viaje, se había sentido desdichado con frecuencia. “¿Por qué la fortuna no siempre trae la dicha?”, se preguntaba en sus noches de insomnio. Y decidió rememorar las razones de su fortuna para ver si los soplos de vida que las acompañan ayudaban a despejar los nubarrones de tormenta. 

Lo primero que le vino al corazón fue la generosa ración de afecto que no faltó ningún día de camino; y el aliento de todas esas personas se transformó en brisa que salpicó de claros el cielo. ¡Qué bien sienta algún rayo de sol en la cara en los días de invierno! Afortunado aliento.

Tampoco este tiempo había estado falto de aprendizajes, lo que le resultaba francamente estimulante. Aprendió que el camino más corto no siempre te hace llegar antes; hay obstáculos que merece la pena rodear y guardar fuerzas para los que no se pueden esquivar. Aprendió, con mucho esfuerzo, que si no quería caminar solo, tendría que caminar al ritmo del más débil; y disfrutó alegrías que sólo una mente menos exigida se puede permitir. Aprendió que elegir atravesar el camino del dolor con las personas adecuadas es una de las mejores decisiones que uno puede tomar; el tiempo no cura nada, es lo que decides hacer con él. Y aprendió mil cosas más, y su cuerpo respondía al ejercicio y mejoraba el ánimo, y sus manos volaron sobre las teclas como nunca antes,… un presente afortunado, sin duda. ¿No debería ser suficiente para borrar de una vez las nubes?

“Quizá el problema no está en el presente, donde sí está la fortuna”, reflexionó. Y entendió que las huellas de tantos años vividos le habían conformado de tal modo que su ser se revelaba ante cualquier nueva forma de vivir, por afortunada que fuese. Que, a pesar de haber transitado el dolor y haberlo tornado en recuerdo agradecido, había algo muy profundo que sufría por no poder seguir instalado en lo tan largamente conocido. Que las heridas que dejaron las partes cercenadas necesitaban un tiempo que no se puede acelerar a voluntad, pero que sólo las curas constantes con cariño y consideración conseguirían una cicatriz hermosa, que duela lo justo para no olvidar, pero no lo suficiente para no dejar vivir. 

  Entendió de este modo que, para la siguiente etapa, debería ser constante en los cuidados, paciente en los desvelos e indulgente en los fracasos. Y no olvidar los tiempos para la alegría y para la escritura (que, como decía Hemingway, es sólo sentarse ante la máquina de escribir y sangrar).

Feliz 2024, cada uno desde su camino.  


29/12/23

The road unwanted

The one and only day,
But just one day.
That’s my ironic definition of success. 

Nothing wrong but nothing right
And peace is all the goal for me to aspire. 
Numbness to survive.

Condemned to embrace my life,
Peacefully undesired. 

17/9/23

52

Me gustaría poder regalarte mi vida nueva con ilusiones motivadoras salpicadas de nostalgias deseadas. Recuperar aquel estado en el que regresar a casa ya era vivir. Aún no va a poder ser. A cambio, te regalo mi determinación de no rendirme. Los avances modestos, las luchas diarias. Aunque sigue sin ser fácil, la manada sobrevive. Por cierto, sigo perfeccionando mi patronus, seguro que las visitas serán cada vez menos frecuentes.

4/8/23

El viento del norte

    El viajero ya conocía esto. Nació en un lugar donde el viento del norte se lleva la niebla en verano. La humedad no sofoca y el aire refresca. Como también ocurre con el sol de invierno en las tierras del interior, el calor y el frío se alían de una forma tan especial que se calientan los huesos y no se quema la piel. Pero en el litoral más sentidos se avivan: el viento del norte se oye, hay quienes también dicen escucharlo, y, sobre todo, se ve mucho más allá. Para el que gusta de mirar lo lejano, es un amigo siempre bienvenido. Se ha llevado la bruma que solo permite mirar en corto y amplía el campo de visión. El paraíso de los curiosos. 

    Y cuentan que el viajero volvió al punto de partida y, en un día de viento norteño, pudo observar el otro lado de la ría con una escrutadora nitidez. Allí estaban los montes que separaban las huellas de los dedos del dios que, según cuenta la leyenda, creó aquellas rías al apoyar su mano el séptimo día y por fin descansar. Sin embargo, ya no todo el monte era bosque. Ya casi había olvidado que el fuego de los años pasados había dejado grandes zonas de monte yermo. 

    Como en la vida, si bien la niebla no te deja ver, la certeza no te deja olvidar. 




31/3/23

EL FRÍO

     "En ocasiones, me protejo intentado mantenerme ocupado mientras pasa el temporal", se decía nuestro viajero a sí mismo. Y enredado en sus pensamientos, cayó en la cuenta de que durante la inmensa mayor parte de la historia de la humanidad, la vida se jugaba en el exterior. Sobrevivir era conseguir alimento, refugio, cuidar de los allegados y, si había algo de fortuna, todavía quedaba algo de tiempo para los placeres y desdichas de los afectos. 
    Pero ese no era el mundo en el que a él le tocaba vivir. Sobrevivir ahora era una batalla dentro de su mente. Habiendo siempre un techo para protegerse de la tormenta, rara vez había cobijo para resguardarse de los temporales interiores. Habiendo siempre una casa donde resguardarse, rara vez había un hogar donde simplemente ser ya era vivir. Incluso bromeaba imaginando una escena en donde un odioso dios, vengativo como el de Babel, se burlaba de los hombres de este tiempo: "¡A ver cómo os libráis ahora de este frío que viene de dentro, vosotros que os habéis cubierto de mil capas para estar siempre cómodos y que inventáis mundos falsos para no tener que salir al verdadero!"
    Afortunadamente, aunque nuestro viajero solía despertar sobresaltado de sus ensimismamientos, también conseguía avanzar un pasito diminuto en su búsqueda de sentido. Mantenerse ocupado le ayudaba a evitar centrarse en ese intenso frío interior, mientras buscaba el modo y las fuerzas para librarse de él. De ese páramo helado al que algunos llaman soledad. 

5/1/23

LOS 29 QUE NO SERÁN

 Hacia ya meses que no nos mirábamos igual. Por primera vez en la vida, este torpe inseguro pensó que algo bueno podía ocurrir de forma natural, sin intermediarios ni situaciones vergonzantes propias de mis pocos años. Aquella noche de Reyes Magos, por casualidad, nos encontramos. Aquella noche de Reyes Magos, casi sin palabras, nos encontramos. Durante un instante de varias horas ya no nos soltamos, las manos en ningún momento, y en casi ningún momento los labios. Durante veintiocho años, y a veces fue difícil, ya no nos soltamos. 

Este año el torpe inseguro ha vuelto, y no tiene su regalo de Reyes Magos.

1/1/23

CAERSE EN EL ROSAL

         Un viajero dedicó largos años de su vida a alcanzar la cima más alta de aquel país, pensando que, siendo capaz de verlo todo desde allí, por fin sería feliz llenando hasta rebosar la mochila de su infinita curiosidad. Pero la ascensión fue volviéndose cada vez mas difícil, los obstáculos más grandes y las heridas de cada nueva caída más dolorosas. 

Había conseguido perseverar en la ruta porque no caminaba solo, por lo menos no todo el tiempo.  Dicho lo cual es fácil adivinar que, cuando una noche de invierno el latido compañero se apagó para siempre, supo no iba a alcanzar aquella cima. Sin fuerzas para subir y sin ánimo para bajar, vagó toda aquella noche que encierra mil noches hasta que cayó al río embravecido por la fuerte pendiente. Mentiría si dijera que le fue difícil encontrar un tronco al que aferrarse, lo difícil fue no dejarse simplemente caer y por fin descansar.


El descenso estaba siendo casi tan agotador como lo había sido la subida. Pero el paso de los días dulcificó la pendiente y amansó el río, y hasta se atrevió a pensar que tal vez acabaría llegando el momento de acercarse a la orilla en la llanura. 


Y sucedió que, en este viaje hacia las tierras cálidas donde se cuenta que los corazones malheridos encuentran la paz, el viajero aferrado a un tronco miró al margen derecho del río y pudo ver unas flores conocidas, acompañadas por el sutil aroma que una brisa cómplice quiso acercarle. Fue entonces cuando una brizna de humanidad brotó de sus entrañas y, antes de pararse a pensar, ya estaba en la orilla, sentado en su tronco, observando las flores. 


Sí, era un grandioso rosal. Quizás ya lo sabía. En el fondo ya lo temía. Su deseo más profundo era abrazar aquellas rosas, sentir su textura acariciándole el rostro y su aroma inundándole los pulmones. Pero no había olvidado el dolor de las espinas clavándose en la piel durante los años de extenuante ascenso y, por encima de todo, no había olvidado que las rosas, como aquel latido compañero, no durarían siempre.


Un viajero dedicó largos años de su vida a alcanzar la cima más alta de aquel país. Y ahora está sentado en un tronco, en la orilla de un río manso, decidiendo si caerse en un rosal. 

el sol menor siete

Reflexiones e intuiciones de un caminante y compañero de caminos. Ideas que me hacen crecer.