21/1/08

Ni tú ni yo somos los mismos

Después de su iluminación definitiva, el Buda estaba siempre en una actitud espontánea de amor benevolente. Desprendía paz y contento.
Cierto día iba paseando y se encontró con un hombre que le envidiaba. Al pasar junto a él, éste le escupió en pleno rostro. Después cada uno siguió su camino. Pero unos días más tarde, volvieron a cruzarse. El Buda le miró abiertamente a los ojos y le sonrió con afecto. Extrañado, el hombre preguntó:
- ¿Por qué me sonríes cuando hace unos días te escupí?
El Buda, apaciblemente, dijo:
- Amigo mío, porque tú no eres ya el que me escupió ni yo, el que recibió el escupitajo. Que tengas un buen día.

Reflexiones e intuiciones de un caminante y compañero de caminos. Ideas que me hacen crecer.