La poesía es, a veces, rascar hasta levantar la piel para provocar dolor
y terminar con la picazón desesperante que no descansa,
y encontrar en ello alivio.
Es despertarse a latigazos de una vida insoportablemente adormecida.
Y así, despierto y dolorido, volver a sentir cómo entra el aire.
Hasta volver a quedar dormido.
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